El lugar de la tentación del hombre es el
desierto, es decir, los momentos de dificultad por los que pasamos, y también
cuando nos esforzamos por salir de la esclavitud del pecado como lo hizo el
pueblo de Israel al salir de Egipto. Cuando nos esforzamos por encontrarnos con
Dios a través de la oración y el ayuno.
La primera tentación de Jesús de convertir
las piedras en panes la vence por medio de la obediencia y amor al Padre, con
la humildad de no tener que demostrar con arrogancia y vanidad su poder, sino
como lo dice en evangelio: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha
enviado y realizar su obra”. De la misma forma debemos referirnos a la humildad
y la obediencia a Dios para vencer las tentaciones.
El maligno tienta a Jesús y nos tienta a
nosotros utilizando la mentira y apropiándose de lo que no es suyo, cuando
dice: “Te daré todo este poder y esplendor de estos reinos, porque me han sido
entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo
eso te pertenecerá”.
En este caso la mentira es, además, una
blasfemia, porque la misma maldad se hace igual a Dios y pretende que Jesús
reconozca esa falsa divinidad a cambio de unas riquezas que él no puede
otorgar, porque sólo Dios es el dueño de todo. Jesús desenmascara esa mentira
dándole la gloria a Dios, por lo cual para vencer las tentaciones no tenemos
que buscar nuestros propios intereses sino la gloria de Dios.
En el Templo de Jerusalén, Jesús siente la
tentación de pedirle al Padre una prueba de su amor y protección, cuando el
demonio le dice: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está
escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden”. Sin embargo,
vence esa tentación respondiendo con las palabras del Dt 6,16: “No tentarás al
Señor, tu Dios”. Estas palabras evocan el episodio de Massá y Meribá, cuando
los israelitas sintieron sed en el desierto y Dios hizo brotar para ellos agua
de la roca. En aquella ocasión, tanto los israelitas como Moisés y Aarón
desconfiaron del Señor. Fe y confianza en Dios son indispensables para vencer
las tentaciones.
Finalmente en el relato de san Lucas 4,1-13, termina diciendo: “Una vez agotadas todas las formas de tentación, el
demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno”, vemos que cuando resistimos
y luchamos contra la tentación, el maligno finalmente se aleja derrotado.
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