“Siendo un niño escogió la vocación más hermosa de la tierra. Quiso dar a todos los hombres la Buena Noticia del modo más atractivo y eficaz. Y Dios le sorprendió llamándolo a la sala de redacción cuando apenas contaba con catorce (14) años, lleno de méritos, de esfuerzos y de bondad”.[1]
Frase
preferida de Maggiorino Vigolungo:
“Progresar un poquito cada día”
Su Vida:
Maggiorino Vigolungo nació en Benevello d’Alba el 06 de mayo de 1904 en una familia modelo, formada por Francesco
Viggolungo y Secondina Caldelara. En el bautismo le impusieron los nombres de
Maggiorino y Segundo. De inteligencia abierta y de temperamento alegre y muy
vivaz, quería ser el primero en todo: en el estudio, en el juego, en el
trabajo, en la bondad. La incomparable maestra Pierina Pusineri lo definió con
estas palabras: “inteligencia rápida, memoria felicísima, capacidad de aprender
y retener con facilidad todo lo que aprendía”. Al encontrarse con el Padre
Santiago Alberione, comenzó con él la dirección espiritual, y se entusiasmó con
tres cosas que se convirtieron en su ideal: Llegar pronto a ser santo; ser
sacerdote y ser apóstol de la Buena Prensa. Su sueño era ser sacerdote, para
predicar y salvar muchas almas y tenía una meta “llegar a ser santo como el
Señor lo quería”.
Este pequeño jovencito responde a la
invitación del Señõr el 15 de octubre de 1916 y entró en la Sociedad de San
Pablo con tan solo doce (12) años y se encontraba feliz de su vocación y de
poder predicar el Evangelio con la prensa y la difusión de los buenos libros y
periódicos, al irse al seminario escribe a su familia:
“Rezad para
que no traicione mi vocación, porque es la más hermosa de todas”.
Algo
que se puede mostrar de este joven sobre su carisma es desde el momento de la
pregunta que le hace su maestra y sin olvidar
que él contesta con toda seguridad; que él tenía ya una
iluminación del Señor de llegar a ser sacerdote y con sus palabras ya nos dice
todo: “Llegar pronto a ser santo, ser sacerdote y ser apóstol de la Buena
Prensa”. “Hay un aspecto que merece destacarse: “Maggiorino Vigolungo es el
aspirante modelo de una vocación nueva en la Iglesia: vocación que requiere
inteligencia y visión amplia de las necesidades (eclesiales) y una apertura que
abarca todas las formas modernas de apostolado… por eso, la figura del nuevo
Siervo de Dios se integra en nuestro tiempo con toda su actualidad”. Afirmaba
el Fundador[2].
Era obediente y humilde, pero lo era por virtud no por estupidez. Maggiorino
era un muchacho espabilado, sabía en qué consistía el mal; no era bueno por
naturaleza, sabia dominar su carácter. Su bondad y tolerancia eran el fruto de
su constante ejercicio de la virtud. Pensaba las cosas antes de hacerlas, pero
después defendía con entereza su posición, sin cerrarse al diálogo y a las
ideas de los otros.
Insistía en sus razones, defendía sus trabajos y hacia
proyectos y conocía el riesgo.
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