El voto de pobreza religioso como los demás
votos tienen como fin una unión más íntima con Dios en una vida consagrada a Él
y a la predicación del evangelio. El religioso a ejemplo de Jesús que fue
pobre, naciendo en un pesebre y siendo parte de la familia de un carpintero
también se hace pobre y desprendido de las cosas del mundo para cumplir mejor
la misión encomendada por Dios.
Vemos que en Jesús Dios se hizo cercano y
solidario con la humanidad necesitada de la salvación, en cambio quienes
acumulan riquezas es ahí donde ponen y encuentran la confianza de su vida y no
en Dios, por lo cual no es posible vivir, a la vez, fiándose del
enriquecimiento y de Dios, como se muestra en Lc 16, 13: “Ningún servidor puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se
interesará por el primero y menospreciará al segundo. No puede servir a Dios y
al Dinero”.
Para tener a Cristo es preciso perder
tantas cosas, incluso muy queridas como lo muestra el texto Bíblico de Mt 16,
24: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera venir detrás de mí,
que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
A quienes Jesús invita al seguimiento, la
prioridad del reino ha de estar sobre cualquier otra como se muestra en Lc 9,
3: “diciéndoles: No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan,
ni dinero, ni tampoco dos túnicas”.
La pobreza evangélica es vivir la libertad
frente a los bienes para anunciar el reino con la confianza puesta en Dios. De
manera específica el voto de pobreza busca el desprendimiento de las
seguridades en los bienes materiales y de las personas para seguir más
perfectamente a Jesús Maestro Camino, Verdad y Vida.
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