Toda comunidad cristiana está llamada a
cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los
pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse
replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de
Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es
lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que
la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf.Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro
prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que
hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que
estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Papa Francisco
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