Por Riqui Javier López, novicio paulino, Venezuela.
Al hablar un joven hoy día de felicidad, es como si la
consiguiera a la vuelta de la esquina, pero lamentablemente no es así. El joven
de hoy trata de buscar la felicidad a través del dinero, ya sea con placeres
que satisfacen su cuerpo, pero que empobrecen su espíritu. Es muy difícil hoy,
para el religioso el sacerdote o el laico, seguir trabajando en el campo de llevar
al joven hacia la búsqueda de la paz y felicidad, (cuando es la juventud la que
no quiere conocer la verdadera felicidad). Si se les habla de felicidad se
aburren, se cansan de ella, se sienten fatigados; solo quieren seguir lo
superficial, justo aquello que les perjudica, sea placeres o satisfacciones.
El Joven cree ser feliz en pequeños momentos de
vanagloria, cree comprar una felicidad superficial que nunca ha existido y
nunca existirá. Si tan solo se detuviera un momento en el mensaje que nos da
Dios a través del bello regalo de la vida, las cosas serían diferentes. Pero el joven de hoy día solo quiere
conseguirlo todo fácil, sin que haya dolor ni sufrimiento. Sin sudor de su
propia frente, jamás el joven le encontrará valor a las cosas.
El joven de hoy día siempre va estar en busca de la
auténtica felicidad, solo está en él encontrarse con su propio yo, de otra
manera no da inicio a lo esencial de su vida. Por su naturaleza siempre va
estar inclinado a lo pecaminoso, ya que siente la necesidad de satisfacer sus
placeres y necesidades estéticas y éticas que creen formar una felicidad,
cuando en sí solo son fantasías imaginarias. Se empieza a ser realidad finita
cuando se encuentra con el ser infinito, es decir Dios, como también con su
propio yo, de modo que este encuentro desarrolla la auténtica felicidad en su
espíritu.
Por esto, tiene
que haber una entrega de sí mismo a la realidad absoluta, que lo impulsará a
conocerse, valorarse y amarse para así
obtener la auténtica felicidad, no será el joven sólo el que la consigue o la encuentra,
es en “Dios” donde se consigue lo que debe poseer todo joven. En este sentido, la
auténtica felicidad que da vida eficaz al joven solo se consigue con la entrega
total que él hace ante Dios.
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