Por Francisco
Galvão, novicio paulino, Brasil
Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de
tus palabras.
(William Shakespeare)
Ah, si yo me escuchase más...
Mis palabras serían
menos vacías y más llenas de verdad;
Mis abrazos serían
más intensos y acogedores;
Yo sería más
compasivo conmigo mismo y menos cruel con los demás;
Mis actitudes y decisiones
serían más libres y conscientes;
Yo sería menos
rehén de las opiniones de otros y preguntaría menos “¿qué harías en mi lugar?”;
Ah, si yo me escuchase más...
Viviría menos fuera
de mí y exploraría más las bellezas de mi interioridad;
Yo enfrentaría a las
cruces con más paciencia y menos lamento;
Me preocuparía
menos con las críticas y apreciaría más las alegrías de cada amanecer;
Viviría más
intensamente el tiempo presente y anticiparía menos las preocupaciones del
mañana;
Aprovecharía mejor
las oportunidades y sería menos esclavo de mi propia acomodación;
Ah, si yo me escuchase más...
Solamente cuando me
escucho, cuando soy capaz de silenciarme delante de mí mismo es que estoy apto para
descubrir quien realmente soy y que valor tengo ante la vida. Si no soy capaz
del silencio, si me cuesta un momento de soledad, es probable que mis
relaciones también sean frágiles y efímeras. La escucha es fundamental no
solamente para el proceso de autoconocimiento, sino también para el verdadero
encuentro con Dios y con las personas. Solamente una persona silenciosa es
capaz de discernir lo que realmente importa en su vida. Por tanto, como enseña el
proverbio hindú, “cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el
silencio”.
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