No hay nada más fecundo ante Dios que la
palabra “sí” como respuesta a su voluntad, a su llamada.
Con un “sí” María se convierte en Madre de
Dios. Dios se hace hombre.
«Ella, en efecto, como dice San Ireneo,
“por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género
humano”. Por eso, no pocos padres antiguos, en su predicación coincidieron con
él en afirmar “el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de
maría. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María
por su fe”. Comparándola con Eva, llaman a María “Madre de los vivientes” y
afirman con mayor frecuencia: “la muerte vino por Eva, la vida por María”»
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