Siempre estaba en disposición para ayudar a
los necesitados. Pero conocía muy bien la famosa frase del profeta Isaías:
"Ay de los jefes espirituales que sean como perros mudos que no ladran
cuando llegan los ladrones a robar en el campo del Señor". Y él no quería
ser perro mudo que se queda sin dar la voz de alerta ante los enemigos y los
peligros.
Varias veces había corregido a Boleslao rey
de Polonia cuando éste cometía crueldades o injusticias y el rey había mostrado
cierto arrepentimiento y deseos de corregirse. Pero de pronto la medida de sus
maldades rebosó cuando Boleslao se robó una mujer casada para llevársela como
concubina a su palacio. Las gentes se escandalizaron. Ninguno de los altos
empleados se atrevía a corregir al rey escandaloso. Y pidieron al obispo que se
arriesgara a llamarle la atención al terrible monarca.
Estanislao se presentó valerosamente ante
el rey le echó en cara el pecado tan escandaloso que estaba cometiendo, y el
pésimo ejemplo que estaba dando a todo ese pueblo tan católico.
El mismo Boleslao subió al altar y con sus
propias manos asesinó al santo obispo el 11 de abril del año 1079. Fue un
crimen que nunca pudo olvidar y que lo atormentó día y noche durante todo el
resto de su vida.
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