Ya sabéis con qué os rescataron de ese
proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o
plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha,
previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos
por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre
los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra
esperanza. Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis
llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e
intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino
de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera, porque «toda
carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, la flor
se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esa palabra es el
Evangelio que os anunciamos.
Pedro 1,18-25
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