Al contemplar la figura de la nueva Santa y
de la multitud de vírgenes que en el Instituto por ella fundado inmolan su vida
por los ancianos desamparados, sentimos que el ánimo se nos inunda de afecto
indecible. ¡Servir a los Ancianos Desamparados! Sabemos bien que son miles y
miles las personas que han podido beneficiarse de tan espléndida corriente de
gracia y caridad. Esta da un matiz peculiar al carisma confiado a Santa Teresa,
que se insiere con fuerza lógica en la misión misma de Cristo y de todo apóstol:
«para evangelizar a los pobres me ha enviado» (Luc. 4, 18).
Papa Pablo VI
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