Estando Juan en Granada de vendedor
ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso
Padre San Luis de Ávila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en
pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro
hombre se arrodilló y empezó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un
pecador", y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía
unos 40 años.
Se confesó con San Juan de Ávila y se
propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo
humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.
Juan alquila una casa vieja y allí empieza
a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado
que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más
exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero,
padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo
limosnas para sus pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario