Pienso:
«¡Quién me diera alas de paloma
para
volar y posarme!
Emigraría
lejos,
habitaría
en el desierto.»
«Me
pondría en seguida a salvo de la tormenta,
del
huracán que devora, Señor;
del
torrente de sus lenguas.»
Violencia
y discordia veo en la ciudad:
día
y noche hacen la ronda
sobre
sus murallas.
Encomienda
a Dios tus afanes,
que
él te sustentará;
no
permitirá jamás que el justo caiga.
Salmo 54
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