Hermanos: Cualquier otro sacerdote ejerce
su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que
de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados,
un solo sacrificio para siempre; está sentado a la derecha de Dios y espera el
tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con
una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo
santificados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo.
En efecto, después de decir: «Así será la
alianza que haré con ellos después de aquellos días –dice el Señor– Pondré mis
leyes en sus corazones y las escribiré en su mente, y no me acordaré ya de sus
pecados ni de sus crímenes». Ahora bien cuando los pecados han sido perdonados,
ya no hay necesidad de ofrenda por los pecados.
Hebreos 10, 11 – 18
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