Sabiéndonos necesitados de Dios utilicemos
el tiempo del adviento para preparar el recibimiento que Él se merece en
nuestro corazón, como lo dice san Anselmo: “deja un momento tus ocupaciones
habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus
pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti
tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento
en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y
lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en
pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu
rostro”.
Este tiempo de adviento es un tiempo
favorable para encontrarnos con Dios, en la oración, las obras de caridad, el cambio
de las malas costumbres. Alegrémonos también ante la inminente llegada del salvador,
como lo dice san Carlos Borromeo: “Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel
tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo, es tiempo
favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que
tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos
suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia
celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con
fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en
este misterio nos ha manifestado. El Padre, por su inmenso amor hacia nosotros,
pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder
del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los
misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de
costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los
tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida
eterna”.
Ante la vida que es tan corta recordemos el
salmo 90: “Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la
mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan”, esta oportunidad
la tenemos cada año, no la dejemos pasar, abramos de par en par nuestro corazón
para recibir a Cristo.
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